Texto: Sofía Soto-Maffioli [2019]
El Divino Niño constituye comúnmente una representación distorsionada de la infancia. Se trata de un niño con atributos de un adulto. Esto resulta evidente en la postura erguida, las facciones y el gesto. El Niño Jesús suele figura como el personaje principal de las escenas en las que aparece; los demás personajes, cuando los hay, gravitan e interactúan a su alrededor. Aunque es niño, se entiende como un adulto en tamaño reducido, transformándose en un ser plenamente consciente de su condición divina. Esta noción particular del niño como recurso para la transmisión de conceptos sagrados es una tradición iconográfica originada en la Edad Media y los Tiempos Modernos en Europa. En esta época, la infancia de Jesús se toma como motivo alegórico fundamental del cristianismo, y tiene una gran difusión en la comunicación y educación religiosa de las personas. En estas imágenes no hay una búsqueda del niño, sino la construcción de un ideal de la encarnación divina. En esta pintura perteneciente a la colección del Museo Nacional, de factura probablemente guatemalteca, se muestra la Sagrada Familia (La Virgen María, San José y el Niño Jesús) acompañados por el pequeño Juan El Bautista. El protagonista de la escena es el cuerpo de Jesús, con extrañas proporciones anatómicas. La luz cálida que cae sobre esta figura y sobre el rostro de la Virgen los destaca de la oscuridad del fondo, y representa el espíritu de Dios. Con una mirada complaciente extiende la mano al beso de su primo. Su gesto delicado y sabio no parece corresponder a su corta edad, y más bien rinde cuenta de su naturaleza divina.
Autor desconocido
Sin título [Sagrada Familia con San Juan Bautista]
Sin fecha Óleo sobre lienzo
102 x 76 cm
Museo Nacional de Costa Rica
Fotografía Gabriel González
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